El martirio del Imam Ali (P)

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Baghdad, IRAQ: CORRECTING INFO IN CAPTION Shiite Muslim pilgrims gather outside the shrine of Imam Ali in the city of Najaf, 18 March 2007. Thousands of Muslim pilgrims gathered in the holy Iraqi city today to mark the anniversary of the death of Islam's prophet Mohammed. AFP PHOTO/QASSEM ZEIN (Photo credit should read QASSEM ZEIN/AFP via Getty Images)

Ali había pronosticado su partida de este mundo varios días antes, y el día de su martirio pidió a sus hijos Hasan y Husain que ofrecieran sus oraciones del amanecer en la casa y no le acompañaran, como solían hacer, a la mezquita.

Cuando Ali salió de su casa, señala S. Ockley en su famosa obra “La historia de los sarracenos”, los pájaros domésticos comenzaron a hacer un gran ruido y cuando uno de los sirvientes de Ali intentó calmarlos, Ali dijo: “Déjenlos en paz, porque sus chillidos son solo lamentos que presagian mi muerte”.

La fatídica noche del 19 de Ramadán

El 19 de Ramadán Hazrat Ali fue a la mezquita en Kufa para realizar sus oraciones de la mañana. Ali hizo el llamamiento a la oración y lideró la congregación. Abdur Rahman Muljim, un miembro del grupo extremista de los Jawariy, fingiendo rezar, se situó justo detrás de Ali, y cuando este estaba postrado, le dio un fuerte golpe con su espada, infligiendo una herida profunda en la cabeza de Ali.

El Santo Profeta (PB) había profetizado el asesinato de Ali. Él (PB) dijo: “¡Oh Ali! Veo ante mis ojos tu barba teñida con la sangre de tu frente”.

Sus últimos momentos

Sus labios bañados en sangre se separaron en una oración de acción de gracias y él dijo: “¡Señor! Te agradezco por recompensarme con el martirio. ¡Qué amable eres y que benevolente! ¡Qué Tu misericordia me lleve aún más al reino de Tu gracia y benevolencia!”.

El asesino fue atrapado y llevado ante él. Cuando el Imam Ali vio que las cuerdas con las que su asesino estaba atado, cortaban su carne, olvidó su propia agonía y solicitó que fuera desatado y tratado más humanamente. Afectado por estas palabras, el asesino comenzó a llorar. Una sonrisa recorrió los labios del Imam Ali y con voz débil dijo: “Es demasiado tarde para arrepentirse ahora. Lo hecho hecho está ¿Acaso fui un mal imam o un cruel gobernante?”.

Él expresamente ordenó que no se mostrara dureza hacia su asesino. Este no debía ser torturado antes de su ejecución, su cuerpo no debía ser mutilado y los miembros de su familia no debían sufrir por cuenta de su crimen y sus propiedades no debían ser confiscadas. La justicia del Imam Ali siempre estuvo templada por la misericordia, incluso hacia el peor de sus propios enemigos.

Ali fue llevado a casa desde la mezquita y yacía mortalmente herido. Sin embargo, respondió todas las preguntas que se le hacían. Dio unos últimos consejos a sus hijos Hasan y Husain. El Imam Ali también pidió a sus hijos ser enterrado en secreto, porque temía que sus enemigos profanaran su tumba. El ataúd fue enterrado en Nayaf, que está situada a unos seis kilómetros de Kufa.