El Martirio de Hamza bin Abdul Muttalib (ra)

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La venganza

Los politeístas de La Meca se enteraron de la noticia de la derrota de su ejército en Badr. Las mujeres lloraron por los combatientes muertos. Sin embargo, Hind bint Utbah, la esposa de Abu Sufian, se mantuvo en silencio.

La gente le dijo a Hind: “¿Por qué no lloras por tu hermano, tu padre y tu tío?” Ella dijo: “No lloro por ellos para que Muhammad y sus compañeros no se alegren de nuestra desgracia!”.

Hind pensó en una forma de vengarse del Profeta Muhammad (PB) o de Ali bin Abu Talib (P) o de Hamza bin Abdul Muttalib. Hind instó a los politeístas a vengarse de ellos. Tres mil luchadores se prepararon. Hind estaba con ellos. Había catorce mujeres a su alrededor tocando tambores.

En La Meca había un esclavo de fuerte complexión llamado Wahshi. Hind fue a verle y prometió darle la libertad y mucho oro y dinero si mataba al Profeta Muhammad (PB) o a Ali bin Abu Talib (P) o Hamza (ra). Wahshi dijo: “No puedo atacar a Muhammad (PB) porque sus compañeros lo rodean. No puedo matar a Ali (P) porque está muy alerta. Puedo matar a Hamza porque su ira hace que no vea nada”.

Hind le dio a Wahshi algo de oro de antemano. Ella siempre miraba la lanza que Wahshi preparaba para matar a Hamza.

El Ejército politeísta llegó a Al Abwaa (un área cerca de Medina donde Aminah, la madre de Muhammad (PB) había sido enterrada cincuenta años antes). Hind quería desenterrar a Aminah e insistió en ello, pero los líderes del Quraish rechazaron su petición para evitar que los árabes tomaran la costumbre de desenterrar a sus muertos.

El Profeta Muhammad (PB) lideró a los musulmanes mientras que Abu Sufian dirigía a los politeístas. Muhammad (PB) ordenó que cincuenta hábiles arqueros se quedaran al pie del monte Al Ainain para proteger a las tropas de los musulmanes. Él les ordenó no abandonar sus posiciones bajo ninguna circunstancia.

Los politeístas comenzaron entonces la Batalla de Uhud atacando a los musulmanes. Uzman bin Abi Talha, el portador del estandarte, iba delante.

Hind y algunas mujeres lo rodeaban. Ellas tocaban los tambores y alentaban a los combatientes a luchar. Ellas cantaban la siguiente poesía:

“Nosotras, las hijas de Tariq, caminamos sobre los cojines.
Como el andar del urogallo de color arena brillante,
El almizcle se usa en las despedidas.
Las perlas están alrededor de los cuellos.
Si avanzas, te abrazaremos.
Y si escapas, te abandonaremos.
Y el abandono será doloroso.”

Hamza gritó con entusiasmo: “¡Soy el hijo de los portadores de agua para los peregrinos!”. Atacó al que llevaba el estandarte. Lo golpeó y le cortó la mano. Entonces el portador del estandarte se retiró y su hermano lo tomó en sus manos. Los musulmanes los atacaban intensamente y los portadores del estandarte fueron abatidos uno tras otro.

Cuando el estandarte cayó al suelo finalmente, los politeístas quedaron consternados y escaparon. Un gran ídolo que llevaban para otorgarles la victoria cayó del camello.

Los musulmanes persiguieron a los fugitivos. Los arqueros olvidaron las órdenes del Profeta (PB y abandonaron el pie de la montaña para ir a recoger el botín. Entonces, las líneas del ejército musulmán fueron rodeadas y atacadas. Jalid bin al Walid, un politeísta entonces, tomó a los musulmanes desprevenidos y la sorpresa sumergió al ejército musulmán en el caos.

Wahshi, el esclavo de La Meca, sostenía una lanza larga y miraba a Hamza. No pensaba en nada más que en matarlo. Durante los fuertes enfrentamientos, Wahshi se colocó detrás de una gran roca mirando a Hamza. Mientras este último estaba ocupado luchando, Wahshi apuntó su lanza y se la arrojó al tío del Profeta. La lanza alcanzó a Hamza en el vientre. Hamza intentó atacar a Wahshi, pero cayó al suelo y se convirtió en un mártir.

Wahshi corrió rápido a contarle a Hind su acción. Ella se regocijó. Se quitó el oro que llevaba y se lo dio a Wahshi y le dijo: “Te daré diez dinares cuando volvamos a La Meca”.

Hind corrió hacia el cuerpo de Hamza. Le cortó las orejas y la nariz para hacer un collar. Luego sacó una daga y abrió el vientre del mártir, sacó su hígado salvajemente y lo mordió. Entonces llegó Abu Sufian y rasgó el cuerpo de Hamza con su lanza.

El Señor de los Mártires

Los politeístas se retiraron del campo de batalla y el Profeta Muhammad (PB) y sus compañeros bajaron de la montaña para enterrar a los mártires.

El Profeta (PB) preguntó a sus compañeros donde estaba Hamza. Al Hariz dijo: “Conozco el lugar”. El Profeta (PB) le pidió entonces a Al Hariz que le mostrara el cuerpo de Hamza.

El hombre fue a buscarlo. Encontró el cuerpo desgarrado de Hamza y no quiso contarle al Profeta (PB) lo que había ocurrido.

El Profeta (PB) ordenó entonces a Ali (P) que buscara el cuerpo de Hamza. Él lo encontró, pero no le dijo nada al Profeta (PB) tampoco porque no quería herirlo.

Entonces, el Profeta (PB) fue él mismo a buscarlo y lo halló en una triste condición.

El Profeta (PB) lloró mucho cuando vio lo que habían hecho al cuerpo de Hamza. Los lobos no habrían hecho lo que hicieron Hind y Abu Sufian. El Profeta (PB) estaba muy enojado y dijo: “Tío, ¡que Al-lah tenga piedad de ti! Hiciste buenas obras y mantuviste estrechas relaciones con sus familiares! Si Al-lah me concede la victoria, mutilaré a setenta miembros de los Quraish.” Los musulmanes juraron por Al-lah hacer eso. Entonces, Yibril vino y reveló esta aleya: “Si castigáis, castigad de la misma manera que se os ha castigado. Pero, si tenéis paciencia, es mejor para vosotros.” (16:126)

De este modo, el Mensajero de Al-lah (PB) los perdonó. El fue paciente y prohibió también a los musulmanes mutilar los cuerpos. El Profeta (PB) se quitó el manto y cubrió al mártir y dijo:

“Tío, eres el León de Al-lah, el León de su Mensajero, hacedor de buenas obras, eliminador de inquietudes, defensor del Mensajero de Al-lah y protector de su rostro.”

Safiyah, la hermana de Hamza y tía del Profeta (PB), fue con Fatima aI Zahra para asegurarse de que el Profeta (PB) estaba a salvo. Ali bin Abi Talib (P) se encontró con Safiyah y le dijo: “Tía ¡vuelve!”. Él no quería que ella viera a su hermano en tal condición. Pero ella respondió: “No regresaré hasta que vea al Mensajero de Al-lah (PB)”.

En la distancia, el Profeta (PB) la vio. Entonces, le ordenó al hijo de ella, Zubair, que no le permitiera ver a su hermano mártir. Zubair la recibió y dijo: “Madre ¡Vuelve!”. Ella dijo: “No regresaré hasta que vea al Mensajero de Al-lah (PB)”.

Cuando vio al Profeta (PB) y se aseguró de que estaba a salvo, ella le preguntó sobre Hamza. “¿Dónde esta mi hermano?”.

El Profeta (PB) guardó silencio. Entonces, Safiyah supo que su hermano se había convertido en un mártir. Ella y Fátima al Zahra lloraron por su hermano y su tío mártir respectivamente.

El Profeta (PB) las consoló diciendo: “¡Estad alegres! Yibril me dijo que Hamza ha sido considerado como el León de Al-lah y el León de Su Mensajero en los cielos!”.

El Monte Uhud se erige como evidencia de la valentía de Hamza, el Señor de los Mártires, y del salvajismo de los politeístas.

Del libro «Hamza bin Abdul Muttalib» de Kamal al Sayyed