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Hacia un discurso tolerante

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Hacia un discurso tolerante

“Y no insultes a quienes ellos invocan en lugar de Dios, para que ellos no insulten a Dios, reaccionando con hostilidad y sin conocimiento.  De esta misma manera hemos embellecido a cada comunidad su proceder”. (Los rebaños.108)

Para materializar sus objetivos, el Islam se vale de distintas herramientas en función de la gente a la que se dirige y en virtud de las circunstancias en la que se desarrolla. Por tanto educa a sus seguidores a mantener este espíritu y evitar entrar en conflicto con nadie. No cabe lugar a dudas de que esta estrategia cuadra con la universalidad de este mensaje celestial. Es un error, pues, creer que el único fin del islam es reinar el mundo entero. Eso es lo primordial, sin duda, para divulgar la justicia y aniquilar la injusticia y opresión. Pero aun así cuando no hay una respuesta favorable al llamado de Dios se pasa al segundo plano: “Vosotros tenéis vuestra religión y yo tengo la mía”.(Los que no creen 6)

En rigor, en el Corán están esparcidos los versículos que al juntarlos nos brindan una guía completa que nos favorece la correcta actitud que un musulmán ha de desarrollar en su trato con el prójimo. Indudablemente no cualquiera está al alcance de ello, por ende los encargados de presentar el islam al mundo de hoy tienen que reunir unos requisitos fundamentales. Uno de ellos, quizás lo más sustancial, sería tener una concepción global sobre temas tratados en el Corán y luego armarse de unos caracteres que ayuden a canalizar todo el bagaje coránico legislativo, cultural, moral y ético de manera amena, fluida y cívica: “Invita al camino de tu Señor con sabiduría y buenas palabras y discute con ellos de la mejor manera” (La abeja 125).

Cabe recordar que la visión parcial y la descontextualización de los versículos coránicos han generado grandes problemas y desatado conflictos a lo largo de la historia del islam e incluso, desafortunadamente, en la actualidad.

La lacra llamada DAESH que flagela a toda la humanidad es, en una parte, fruto de ese proceder erróneo alimentado por el odio, el sentimiento de superioridad y una religiosidad ensoberbecida. Está clarísimo que estamos ante una monstruosidad que desfigura la imagen del islam. Es curioso porque el islam viene a abrir la mentalidad del árabe que vivía atado por argollas de su tribu y sujeto al yugo de sus tradiciones. El Corán lo guiaba para sacarle de la madriguera de su geografía y abrir, delante de él, horizontes vastos devolviéndolo a las coordinadas universales en las que frecuenta a sus semejantes que podrían ser, lógicamente, diferentes en sus tendencias y convicciones: “Y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus para que os conozcáis”. (Las habitaciones privadas 13)

Parece que la historia se repite; una parte de esos árabes vive la nostalgia a su pasado y da marcha atrás entrando gradualmente en su favorita madriguera. He aquí el meollo de la cuestión: vivir anclado en la historia con unas tradiciones tribales arropadas con unos Hadices e impuestas, injustamente, al islam en un mundo de la globalización.

El versículo arriba mencionado en el principio de este artículo pone de manifiesto una parte del programa al que hicimos alusión. El programa coránico que fomenta la convivencia con el prójimo respetándose mutuamente. El pasaje reafirma la diversidad y aplaude la multiculturalidad: “hemos embellecido a cada comunidad su proceder”.

Es un mensaje que traza pautas cívicas y nos exhorta a convivir de forma filantrópica en un mundo heterogéneo contribuyendo a la materialización de un tejido social con un mosaico cultural y religioso impregnado de valores universales donde la libertad de cada ciudadano termina cuando empieza la de su conciudadano. La teoría coránica en la materia de la convivencia condena no solo los atentados perpetrados en nombre del islam en las últimas décadas sino todos los crímenes y atrocidades cometidos después del fallecimiento del Profeta (PBd).

Esa teoría asimismo condena el discurso de odio y los sermones que incitan a la violencia e inculcan un sentimiento de superioridad respecto a los demás.

El versículo censura cualquier postura de agresión contra el diferente porque los ataques a una persona empiezan con un sentimiento de odio generado y alimentado por un flujo de discursos instigadores que podría traducirse en insultos antes de culminar en la liquidación física del supuesto enemigo. El versículo nos enseña que cada uno expresa, con o sin razón, su satisfacción con la religión o ideología que adopta. Por tanto la única opción que podría proteger el tejido social al abrigo de cualquier resquebrajamiento sería abrir sesiones de diálogo y tender puentes hacia el otro para evitar conflictos y coexistir de forma pacífica. En virtud de las enseñanzas de esta aleya las mezquitas y centros islámicos en España pueden, sino deben fomentar la cultura abierta que caracteriza a ese mensaje celestial y presentar el islam como un factor positivo, enriquecedor y garante de la seguridad del ciudadano.

Brahim Amal

 

 

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