“La primera casa erigida para la humanidad es ciertamente la de Bakka (Meca), casa bendita y guía para todos. En ella hay signos claros. Es el lugar de Ibrahim y quién entre en él estará seguro. Allah ha prescrito a las gentes la peregrinación a la casa si disponen de medios”. Al Imrán, 97
Evidentemente existen otros versículos que tratan el tema del Hayy y de la Ka’ba en otros capítulos del Corán.
En primer lugar el Corán nos pone al tanto de un fragmento de la historia de un templo milenario que ha dejado sus huellas en la época posterior a su edificación. Según el Corán la Ka’ba fue la primera casa de Dios construida en la Tierra aunque sin especificar quién la construyó ni cómo ni cuándo. Los hadices de Ahlul Bait(P) se encargan de arrojar luz sobre este tema. El imam Sádiq (P) dice que la Ka´’ba fue reconstruida después del diluvio que la arrasó en la época de Noé. Existe otro relato según el cual la Ka ‘ba fue construida en la época de Adán.
Independientemente de la realidad o no de estos dichos la pregunta que salta a la vista sería el por qué erigir un templo como símbolo de retiro cuando el Corán mismo sostiene que dondequiera que esté el creyente se encuentra la faz de Dios. Esto es, el hombre puede adorar a su Creador sin restricciones de tiempo ni condiciones de lugar. Sin lugar a dudas la adoración de Dios es una actividad intemporal y no se condiciona por el lugar dado que el finito no puede moldear al infinito. No obstante, la consagración de un lugar para fines espirituales es una necesidad humana que encaja con la constitución psicológica del hombre. Por tanto cuando el musulmán desarrolla su vida cotidiana se topa con muchos retos que alteran la pureza de su espíritu y por consiguiente necesita de un lugar y de un procedimiento que le devuelva el resplandor de su alma.
Aquí se nos plantea el papel que juegan las mezquitas en la sociedad musulmana, puesto que son el lugar de encuentro de una comunidad que profesa una misma creencia. Efectivamente esos encuentros diarios, semanales y en ocasiones especiales durante el año contribuyen a la edificación de la personalidad musulmana basada en las instrucciones coránicas y las directrices proféticas. Son una clara necesidad para la depuración de los corazones y el drenaje del alma para desembarazarse de las impurezas que obstaculicen su transparencia. En realidad se trata de una operación rutinaria de igual modo que satisfacemos nuestras necesidades corporales para garantizar la salud de nuestro organismo.
Por medio de esos relativos pequeños encuentros se aspira a mantener sana la fe de la comunidad en pueblos y ciudades. La Ka’ba no es, únicamente, una entre las mezquitas del mundo sino que es considerada la matriz de todos los templos y lugares de culto a lo largo de la historia. Así que en ese lugar se ha acumulado una riqueza espiritual y se desarrolló una sucesiva experiencia gnóstica de una cadena de profetas desde Adán hasta el Profeta Muhammad (PBd).Probablemente la expresión “casa bendita” que figura en la aleya arriba mencionada se refiera a la lucha llevada a cabo por los enviados de Dios cada uno en su época tomando ese lugar como sede principal de su movimiento o quizás porque están enterrados allí un gran número de profetas o tal vez por otras consideraciones.
De todos modos sea cual fuere el motivo de esta atribución, el concepto de la bendición de ese lugar puede proyectarse en distintos ámbitos conjugando lo material con lo inmaterial. Pero lo que nos incumbe en esta aportación es el rol que juega esta gran mezquita completando la perfección humana a escala mundial. Este encuentro anual viene a culminar el proceso de la edificación pero esta vez a nivel de la Ummah islámica. Evidentemente una de las bendiciones de la Ka’ba es el flujo de espiritualidad que imbuye a los creyentes. Sin embargo lo que más caracteriza ese bendito congreso anual es la reafirmación de la unidad de los musulmanes frente a los desafíos que los acechan. La vertiente política es otra manifestación de las bendiciones que nos brinda ese lugar. Pero desgraciadamente se ha desarmado el encuentro del Hayy de todos los componentes que redunden en la independencia de la Ummah islámica en todos los campos. Se le ha sustraído al Hayy su esencia y su espíritu tolerando, solamente, a los peregrinos unas actividades vacías de su contenido convirtiéndolas en unos simples actos folclóricos.
La aleya dice: “hay en ella (la Ka’ba) signos claro, es el lugar de Ibrahim”. Efectivamente Ibrahim es el máximo exponente que simboliza la lucha contra el politeísmo, Ibrahim es el único al que Dios considera por sí solo “Ummah” por los caracteres que corporeizaba y por su insistencia y perseverancia en su movimiento en defensa de la unicidad de Dios. Ibrahim es un símbolo de sacrificio que soportó dificultades para realizar su misión trasladándose de un lugar a otro. Ibrahim actuó con valentía desafiando al dictador de su época arriesgando su vida. Ibrahim demostró su sometimiento a Dios en una postura más dura y hermosa a la vez: dura porque no cualquiera puede aceptar la voluntad de Dios sacrificando a su único hijo y bella porque refleja una imagen candente de sublimidad espiritual sin precedente. El Hayy es una tribuna desde la cual los musulmanes pueden lanzar mensajes de paz, tolerancia, convivencia y concordia a todo el mundo. Pero también es un campo de exhibición de las fuerzas de la Ummah ante cualquier intento de ataque y amenaza del enemigo. Todas esas enseñanzas del Hayy están congeladas con el fin de privar a la Ummah islámica de una de las más importantes bendiciones que nos ofrece ese acto religioso en su dimensión política.
No estaría de más recordar que en el último Hayy que presenció el Profeta (PBd) puso de relieve esta vertiente por orden de Allah cuando Dios le ordenó que proclamase su repudio a los politeístas poniendo fin a toda peregrinación que no siguiera los lineamientos del Islam. En verdad ese rechazo a una visión contradictoria con las enseñanzas celestiales reviste una gran importancia no solo por su contenido político sino también por su forma de ejecución. Se reporta tanto de la vía Sunní como de la tradición de Ahlul Bait (P) que Allah mandó a su profeta que cesara a Abu Bakr de la misión que iba a realizar y nombrara, en su lugar, al Imam ‘Ali (P) para pronunciar el discurso de rechazo a la ideología de los politeístas. Desde luego que se trata de una misión de gran envergadura porque toca un tema relacionado con el destino de la Ummah islámica. Por ende dicha tarea necesita de un hombre que reúna ciertas condiciones que encajen con esa responsabilidad. Ese hombre no puede ser otro que el Imam ‘Ali (P).
Viene en sahih Atirmidi como en el Musnad de Ahmad asimismo en Tafsir Ad-dur Al manzur que el profeta (PBd) mandó a Abu Bakr con el capítulo de “Rechazo o repudio” luego le llamó y le dijo: no debe realizar esta tarea sino un hombre de mi familia por lo que llamó a ‘Ali (P) y se lo dio”.
Brahim Amal