Protección y apoyo de ‘Abdul Muttalib
Muhammad (BP) pasó su infancia huérfano y bajo la protección de su abuelo ‘Abdul Muttalib y después de que éste falleció en el año 44 antes de la Hégira (579 d.C.), estuvo bajo la tutoría de su bondadoso tío Abû Tâlib, quien además se convirtió en el guardián de la Ka‘bah.
Parece que esta terrible prueba de perder a sus padres en la infancia, así como las lecciones de humildad, tolerancia y paciencia frente a cualquier acontecimiento eran necesarias para solidificar las bases de la gran personalidad de Muhammad (BP) y para soportar la carga de la Misión Profética que años después estaría bajo su responsabilidad.
Muhammad (BP), poco a poco iba creciendo y se acercaba al período de la adolescencia, que es el período de jovialidad de los instintos y el vigor interno. No obstante haber quedado privado de la bondad de su madre y la gracia y cariño de su padre, Abû Tâlib como obligación moral y por las enfáticas recomendaciones de su padre ‘Abdul Muttalib, lo cuidaba y protegía. Muhammad (BP), en realidad tenía para él un triple significado: el de ser un niño, el recuerdo de su hermano ‘Abdul.lah y de su padre ‘Abdul Muttalib, así también el ser parte de su sangre, por lo que Muhammad (BP) se integró a la familia de Abû Tâlib como un hijo más. Abû Tâlib para Muhammad (BP) era un padre cariñoso, un tío fiel y un maestro benévolo y compasivo.
Entre tío y sobrino, existía tanta simpatía que podemos decir que las raíces de sus vidas y existencias estaban unidas fuertemente las unas con las otras. Este cariño tan grande fue la causa por la cual Abû Tâlib nunca se alejó de su sobrino Muhammad (BP) y lo llevó consigo a los bazares árabes, tales como «‘Ukâdz«, «Muynah» y «Dhil-Muyâz«. Incluso cuando quiso ir a comerciar a Ash-Shâm, con una caravana de La Meca, no soportó la idea de alejarse de él durante un tiempo y como resultado lo llevó consigo.
Vemos pues, cómo Muhammad (BP), con doce años de edad montado sobre su camello, iniciaba un largo viaje en dirección a Yazrib (Medina) y Ash-Shâm.1
Entrevista de Buhaîrâ con Muhammad (BP)
Era el año 40 antes de la Hégira (583 d.C.). El monje Buhaîrâ se encontraba en su ermita, cercana a la ciudad de «Bosrâ» (en las proximidades de Damasco, capital del reino de los árabes gassaníes probizantinos), cuando de repente vio que se acercaba una caravana y cosa extraordinaria que una nube se iba desplazando en el cielo a su paso, proporcionándoles sombra, siempre al mismo ritmo de la caravana. Más sorprendente aún, cuando la caravana interrumpió su camino para descansar y aprovisionares de agua, la nube se detuvo también. Buhaîrâ salió de su ermita y solicitó a su ayudante: «¡Id a ese grupo y decidles que todos ellos son mis invitados!»
Todos acudieron a la comida a excepción de el joven Muhammad (BP) que se quedó, por encargo de su tío Abû Tâlib al cuidado del equipaje. Buhaîrâ examinó el rostro de todos y cada uno de los miembros de la caravana, sin poder descubrir en ninguno de ellos las señales que esperaba reconocer en aquél, a la espera del cuál los monjes se sucedían uno tras otro en la pequeña ermita de Bosrâ. Entonces preguntó: «¿Es que todos los miembros de la caravana se encuentran aquí?»
Contestaron: «Sí, excepto el joven que entre nosotros tiene menos edad».
Buhaîrâ dijo: «Decidle que venga». Fueron en busca de Muhammad (BP); cuando llegó, el monje quedó atónito mirándolo ya que la nube lo acompañaba. Después de terminar de comer le dijo: «¿Puedo hacerte una pregunta? ¡Te pido por Lât y ‘Uzza2 que contestarás a ésta!»
A lo cual el joven Muhammad (BP) respondió: «Lo más odiado por mí, son esos dos nombres por los cuales me pides que te responda».
Ante esta contundente y clara respuesta Buhaîrâ dijo: «Te pido pues por Dios que me respondas».
«¡Haz tu pregunta!» Le dijo Muhammad.
Buhaîrâ después de una corta entrevista con el niño Muhammad (BP) y habiendo confirmado en su persona las señales de la profecía que sus Libros Sagrados relataban, le besó las manos y luego se tiró al suelo y le besó los pies y dijo: «Un gran futuro te espera, si estoy vivo para ese entonces, pelearé a tu lado en contra de tus enemigos, tú eres el más importante de los hombres entre los seres humanos».
Entonces, volteando su rostro hacia los de la caravana preguntó en voz alta: «¿Quién es el padre de este joven?» Todos señalando a Abû Tâlib dijeron: «¡Es hijo de él!»
«¡No! ¡El padre de este joven no puede estar vivo!» exclamó Buhaîrâ, a lo cual Abû Tâlib afirmó: «Estás en lo cierto, él es mi sobrino».
«Este joven tiene un futuro muy brillante e importante -continuó diciendo Buhaîrâ-, si los judíos ven lo mismo que yo estoy viendo en él sin duda lo matarán, ¡ten mucho cuidado que no lo dañen!»
«¿Por qué causa será odiado por los judíos?», preguntó extrañado Abû Tâlib.
«En el futuro será un Profeta y el Ángel de la Revelación se presentará frente a él», afirmó Buhaîrâ.
Ante esto Abû Tâlib repuso: «¡Dios no lo abandonará, Él lo cuidará de los enemigos y de los judíos!»3
Pastoreo y meditación de Muhammad (BP)
Aunque Abû Tâlib era uno de los hombres importantes del Quraîsh, no contaba con ingresos suficientes para sostener a su familia. Muhammad, que había llegado a la edad de la adolescencia, por naturaleza tenía deseos de trabajar para sostenerse a sí mismo y, de esa forma, quitar un peso de los hombros de su querido tío, pero ¿qué trabajo sería adecuado a su mentalidad?
Ya que Muhammad (BP), en el futuro, sería el Enviado Divino, y magno líder que debería enfrentarse con gente sin educación ni moral, pelear en contra de las supersticiones e ideas erróneas de la era pagana y establecer los pilares de la justicia y las verdaderas leyes de la vida del ser humano, vio conveniente aceptar el trabajo de pastoreo. Él llevaba a los borregos y otros animales domésticos de sus familiares y demás gente de La Meca a pastar en los campos de las afueras de la ciudad y cuidaba de ellos, el sueldo que recibía lo entregaba a su tío Abû Tâlib como una ayuda.4
Realizando esta labor también en un ambiente limpio, lejos de todos los ruidos, disputas y polémicas de la gente de la ciudad. En las tareas del pastoreo adquirió una sabiduría muy útil, que se manifestaría más adelante en la época de la Misión Profética y durante su gobierno. De cualquier forma, en esta época de su vida hizo acopio de todas las virtudes: generosidad, buen temperamento, magnanimidad, paciencia e indulgencia al prójimo, veracidad y honestidad, y se alejó de los defectos éticos y morales. Era eminente entre la gente y alguien en quien se podía confiar y por ello le llamaban «Muhammad Al-Amîn» o sea, «Muhammad el Confiable».5
Castidad y pureza de Muhammad (BP)
Cuando los instintos y fuerzas ocultas del hombre tratan de manifestarse, como resultado de la pubertad, cuando el niño pasa de la época de la infancia a la época de las pasiones y excitaciones y cree estar en un mundo diferente; es en este delicado momento cuando las perturbaciones, desviaciones, incontinencias y desenfreno atacan a los adolescentes. Si no se les presta una atención especial, o ellos mismos no tratan de protegerse y no someterse a los instintos en forma descontrolada, caerán en un abismo espantoso de perdición, que difícilmente les permitirá volver a ver, un día, el color de la felicidad y la dicha.
Muhammad (BP) vivía en una sociedad corrompida, en donde su ambiente estaba contaminado por los diferentes defectos éticos y morales, así como por los pecados. No sólo los jóvenes, sino que incluso los viejos de Al-Hiÿâz practicaban la inmoralidad sexual, llegando a tal extremo que en las calles y callejuelas colocaban banderas como señal de los centros de corrupción y como una invitación para aquellos que andaban en busca de la obscenidad; y en un ambiente tal Muhammad (BP), pasó de la infancia a la adolescencia y, a pesar de que a la edad de veinticinco años aún no había contraído matrimonio, las malas costumbres reinantes no influyeron en él, y nunca se le vio un acto incorrecto; sino que tanto sus amigos como sus enemigos lo presentaron como un ejemplo de virtudes y moralidad.
Un poeta que se encontraba al tanto del matrimonio de éste con la gran dama del Quraîsh «Jadîÿah», cuando describe y elogia a Muhammad lo hace con esa cualidad, tan sobresaliente en él, que fue la modestia. El mencionado compositor dice a Jadîÿah:
Otro de los poetas dijo:
- 1. Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 180.
- 2. Lât y ‘Uzza, dos de los ídolos que adoraban los árabes pre-islámicos y cuando era necesario juraban por ellos.
- 3. Extraído de Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 181; I‘lâm Al Warâ, p. 26; Bihâr Al-Anwâr, t.XV, pp.193 y 204.
- 4. Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 167, nota de pie.
- 5. Ídem, t.I, p.183.
- 6. Bihâr Al-Anwâr, t.XVI, p. 74.
- 7. Ídem., p. 75.